Andrei Tarkovski: escultor del tiempo y del espíritu

  • Conozcan la programación de la retrospectiva de Andrei  Tarkovski .
  • Les invitamos a leer la reseña  de la retrospectiva de Andrei Tarkovski escrita por la filóloga Mariamalia Blanco.

                                                                                                                                                                                                    

En la siguiente imagen, podemos ver tres de los personajes de Stalker (1979), un escritor (Anatoly Solonitsyn), un científico (Nikolái Grinkó) y su guía (Aleksandr Kaidanovski), quien por ser experto en visitar La Zona se considera un Stalker. Alrededor de una hora después de haber comenzado su viaje, estos personajes deciden hacer una pausa en su expedición y tomar una siesta en medio del bosque.

El momento de la siesta es quizá una de las escenas más representativas de la obra de Tarkovski. Los personajes hacen una pausa en su viaje y se sumergen en la autorreflexión.  La escena se compone de texturas auditivas con los sonidos de la naturaleza: el sonido del agua y del viento fluyendo, la respiración de los hombres que duermen, sus monólogos y sus cuidadosos silencios. El ritmo lento de esta escena nos invita a observar dos planos al mismo tiempo: el entorno de la naturaleza que se impone sobre los personajes y las complejidades de su universo interior. 

La obra de Tarkovski puede entenderse como un viaje que explora la conciencia del ser humano y busca atar los hilos de su universo espiritual. Sus personajes, recurrentemente abrumados por el peso de la modernidad, buscan respuestas sobre el significado de la vida y los misterios de la existencia: la muerte, el dolor, los deseos más profundos del ser humano, y la complejidad de sus pensamientos.

Los largometrajes más representativos de este director constituyen una especie de ciencia ficción psicológica, en la cual se exploran las posibilidades infinitas de la mente humana y sus efectos en el entorno que nos rodea. Su cine explora la trascendencia de la conciencia, y expone reflexiones que inevitablemente nos llevan a confrontar la fe, la ciencia y el arte.

Así, en Stalker (1979) también conocida como La Zona, un científico, un escritor, y un Stalker, emprenden un viaje hacia un lugar en medio de la naturaleza llamado La Zona, donde existe una habitación que cumple los deseos más profundos de cada viajero. Esto supone un viaje hacia el interior de los miedos y las incertidumbres de los personajes. Se trata de un largometraje que plantea reflexiones filosóficas sobre la existencia y el sentido de la humanidad.

Por su parte, la película Solaris (1972) nos cuenta la historia de Kelvin (Donatas Banionis), un científico que emprende un viaje fuera de la tierra para internarse en La Solarística. Esta es una estación espacial ubicada en medio de Solaris, un planeta cubierto por un océano pensante que parece albergar un tipo de inteligencia. Una vez en Solaris, Kelvin descubre los efectos del océano pensante en la conciencia de los seres humanos que visitan este planeta.  Nuevamente, Tarkovski nos ha dado una película que constituye una reflexión sobre el cosmos, la conciencia humana, y la responsabilidad del ser humano ante los avances de la tecnología.

“Cuestionamos la vida en la búsqueda de un significado, sin embargo, todas las verdades de la humanidad tienen su propio misterio: el misterio de la felicidad, la muerte y el amor”.

La obra de Tarkovski se caracteriza por tener una gran influencia literaria. Tanto Stalker (1979) como Solaris (1972) están basadas en obras literarias de ciencia ficción. Stalker está basada en el cuento Picnic Extraterrestre (1972) de los escritores rusos Arkadi y Borís Strugatski; Solaris, por su parte, está basada en la novela del mismo nombre del escritor polaco Stanisław Lem, escrita en 1961.

 

La naturaleza como vehículo para esculpir el espíritu

La relación del ser humano con el cosmos y la naturaleza es uno de los temas que más le interesa a este director. Tanto en Solaris (1972) como en Stalker (1979), está presente la idea de que el ser humano ha perdido su vínculo con la naturaleza: la concibe como un ente superior, pero en las realidades alternativas construidas por Tarkovski, el ser humano es uno solo con el cosmos.

Así, en su película El Espejo (1975), el desconocido que conversa con la madre solitaria expone una interesante y hermosa reflexión acerca del entorno que les rodea:                       

"¿Alguna vez se te ha ocurrido que las plantas pueden sentir, conocer e incluso comprender?                                                                                               

Los árboles no corren como nosotros, que estamos apresurados, alborotados, diciendo banalidades.                                                                                   

Eso es porque no confiamos en la naturaleza que está dentro de nosotros. Siempre esta desconfianza y prisa, sin tiempo para detenerse y pensar".

Sin embargo, en la obra de Tarkovski, la naturaleza es representada mediante una fuerte dualidad: se trata de un organismo viviente, sensible y hostil; la naturaleza lleva consigo una gran carga poética, pero al mismo tiempo está permeada de un misterio enigmático. En Stalker (1979), nos encontramos ante una Zona con conciencia que infunde temor y que castiga. Lo mismo ocurre en Solaris (1972), donde el océano pensante lleva a sus protagonistas al desasosiego. 

Como parte de su integración en el universo que les rodea, los personajes de Tarkovski experimentan un determinado desinterés por su realidad inmediata, lo cual contrasta con las posibilidades infinitas que experimentan en las dimensiones alternativas que construye este director.

Revolución y sutileza

Tarkovski se negaba a utilizar su arte para apoyar y promocionar el régimen soviético. Su obra se produjo en el contexto de la Guerra Fría y cualquier forma de arte que se apartara del régimen comunista era reprimida durante su época.

Este régimen establecía las condiciones ideológicas del arte, e imponía el estilo del realismo socialista en todas las producciones artísticas. Esto llevó a Tarkovski a tener problemas con las autoridades soviéticas toda su vida por causa de su cine innovador y sugestivo en sus estructuras narrativas.

Sin embargo, lejos de aferrarse a las representaciones realistas, Tarkovski consideraba el cine una forma de inmortalizar y congelar el tiempo. Así lo manifestó en su ensayo Esculpir en el tiempo (1985), en el cual desarrolló su propia teoría sobre el cine.

Considerado un maestro del cine lento y reflexivo, sus películas abogan por la paciencia, la quietud y las acciones mínimas. Su cine denso, pero intelectualmente atractivo, se opone sutilmente a las ansiedades del sistema capitalista y constituye un refugio contemplativo ante la rapidez de las imágenes comerciales y la saturación de acciones.  

 

 

El Espejo (1975), es quizá el mejor ejemplo de esto, se trata de su largometraje más personal y autobiográfico, y constituye una representación de sus propios recuerdos y sentimientos sin orden aparente. En esta película, Tarkovski expone memorias sobre su infancia, su relación con su madre, y sobre la guerra. Con este poderoso ejercicio de innovación narrativa, Tarkovski nos obsequia un filme que, más que entendido, debe ser sentido.

Controvertido, íntimo y profundamente innovador, el cine de Tarkovski es un paréntesis en los tiempos acelerados del capitalismo, un sistema que prioriza la producción material sobre la calma y que ha dejado de lado la contemplación. Su cine cuestiona la respuesta de los seres humanos a las innovaciones tecnológicas que en su época comenzaron a dominar la vida humana y su impacto sobre nuestra moral. Trascendente en el tiempo, tal como le encantaba a este director, el cine de Tarkovski sigue erizándonos la piel, pues aún actualmente es una poderosa metáfora de los tiempos que corren.

 

Mariamalia Blanco

Filóloga, Universidad de Costa Rica.